15 julio 2007

De maravilla en maravilla

Como tantos mexicanos que se sintieron estafados por la falsedad de la elección más reciente (la de las nuevas maravillas del mundo), en este hospital estamos convencidos de que la muralla china, Petra y demás construcciones no son maravillas para el hombre moderno. Otro aliento, otro sentido de la funcionalidad deben regir tal denominación. Así que decidimos integrar nuestro propio listado. Por supuesto que las decisiones fueron difíciles: ¿privilegiar el busto de Colosio o el busto de la Tetánic? ¿Juzgar que el pintoresco gusto local de la marisquería El Pipiripau es preferible a la universalidad erasmiana del Salón Corona? ¿Vernos rete provincianos y sólo incluir maravillas mexicanas, o abrir las puertas a obras como el sistema métrico de Liberia, el monumento a pi (3.14159…) en Seattle o las albóndigas suecas? Como sea, tras amplia deliberación animada por el litio y los sones huastecos del pabellón de esquizofrénicos, llegamos a las seis inapelables categorías en las que se segmenta nuestra nutrida lista (¡son trece!) de

Las verdaderas maravillas del mundo moderno

1. Grandes viviendas: los desarrollos residenciales en Ecatepec y la casa de Roberto Cantoral

Como representación del urbanismo mexicano, Ecatepec no tiene parangón: desde el preclásico medio y tardío hasta conjuntos como Residencial Bonito Ecatepec y Fuentes de Ecatepec, que evidencian nuestro talento para la construcción uniforme, funcional y duradera (¡que ni en Berlín Oriental!), es un gran recuerdo de lo que puede hacer una gran ciudad democrática por sus poblados vecinos si realmente se lo propone. En el otro extremo económico está el lujo que da gusto: el acceso al hogar del creador de "Soy lo prohibido" y de Itatí, ubicado en esa cuna de luminarias llamada Lindavista, está engalanado por un brillante pentagrama que saluda a los paseantes de la calle Buenavista con los primeros compases de “El reloj”, en el más puro estilo Arturo Durazo tardío (aunque algunos ven cierto toque de Mauricio Garcés temprano). Recordatorio de que el éxito no niega la distinción, antes la explica.

2. Templos del saber: el Deportivo “Plan Sexenal” y el Salón Corona

¿Qué mejor homenaje al pnr que un centro deportivo con domo y todo, capaz de albergar desde clases de natación para bebés hasta la II Convención Nacional de Alcohólicos Anónimos? Es cierto que existen otros deportivos ilustres como el Guelatao, pero ninguno combina el orgullo de la delegación Miguel Hidalgo con el recuerdo de nuestra tradición de medir el tiempo en base seis. ¿Su rival para mejor centro de formación juvenil? El Salón Familiar Corona, en Bolívar 24. Su respeto por la voluntad de triunfo que nos caracteriza ha llevado a sus dueños a colgar de la pared, en formato enooooooooorme, no retratos de próceres ni atávicas celebraciones prehispánicas, sino los rostros de azoro de los parroquianos que, por tele, vieron cómo el ahora director técnico de la selección nacional fallaba un penal contra Paraguay, en el mundial México 86. Eso, los tacos de pulpo (mejor guisados que en Corea del Sur), la fina atención de los hermanos Duque y la tenaz mugre que tapiza las paredes y las mesas con singular alegría lo elevan por encima de otros centros de solaz de nuestro subcontinente.

3. Próceres: la Cabeza de Juárez, el monumento al Pípila y el monumento al Santo

¿Qué comentar sobre estas tres maravillas? ¿Qué tal el quite al que salió Luis Arenal para poder hacer realidad la que hubiera sido la mayor de las obras que Siqueiros realizara en Iztapalapa? ¿O la leyenda en la que el artista antes conocido como Juan José Martínez amenaza a los visitantes que a su mirador se trepan con incendiar muchas más alhóndigas, por qué no, y de paso nos recuerda que Guanajuato es tierra hostil desde cualquier punto de vista? ¿O el epíteto de “distinguido tulancinguense” con el que el argénteo mascarita, de plano, nos la mata a todos?

4. Orientales ilustres: las estatuas de Tito y de Gandhi

Algo tienen de mágico las inmediaciones del Museo Tamayo, pues en Reforma no sólo se homenajea a Cuauhtémoc, la Columna de la Victoria de Berlín y el cine Diana: tenemos también sublimes (aunque tristemente olvidadas) celebraciones de la viva influencia que el comunistmo yugoslavo y el pacifismo indio tuvieron, qué digo en Chapultepec: en el mundo entero. Con perdón de las estatuas dedicadas a Alfonso Reyes, Churchill y Cri-Cri, estas dos son inigualables.

5. Víctimas de complots: monumentos a Colosio y Clouthier

El busto de Luis Donaldo Colosio en Reforma tiene varias ventajas respecto de la estatua que al finado candidato se erigió en Magdalena de Kino. Para empezar, no está en Sonora. Pero, sobre todo, sus dimensiones permiten acomodar montones de coronas y guirnaldas sin que opaquen el rostro de quien nos vigila y espera que caigan los responsables del complot que truncó su vida. Como nos vigila en su inmensa humanidad (¿quién no recuerda la frenética campaña de recolección de llaves que emprendió el pan para juntar la mole metálica necesaria?) Manuel J. Clouthier que, no contento con increpar a los visitantes de Mazatlán (la mano derecha en alto, en democrático saludo), ahora recibe a grupo tras grupo de mexicanos espontáneos en su residencia de Insurgentes Sur (a un paso del Hooters). Ni dudarlo: si aún viviera, el mismo Maquío sería toda una maravilla.

6. Nuestra modernidad: el Caballito de Sebastián y la Torre Banobras

Sebastián sorprendió a más de cuatro cuando develó, en su monumental Cabeza de Caballo, la fina combinación de una estética de origami (bueno, de papirola de la Casa del Lago), un desafío al tránsito peatonal y un color amarillo ideal para las inmediaciones de Bucareli, elementos que juntos parecen gritar: “¡Sin duda somos modernos!” a los casabolseros, banqueros, diplomáticos y periodistas que por ahí circulan. En toda justicia, debemos recordar que ese mismo grito lo peló en los sesenta la Torre Insignia: su ubicación privilegiada en la cabecera de Nonoalco Tlatelolco, su forma de basamento prehispánico, los motivos toltecas en la elegantísima decoración de Carlos Mérida, un carrillón muy belga que no por inútil es menos bonito… Ni hablar, la inigualable coronación del milagro mexicano.

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